Tendré que regresar a la rutina de las horas lánguidas,
apartarme del ruido, privarme del tedio y de la risa.
Tendré a bien inmacular las noches, las páginas y los momentos.
Para vivir no basta solamente con respirar, moverse o caminar,
es necesario ir dejando rastros de carne por las azoteas,
por donde los sueños vuelan, por donde el frio no respira.
La vida es un esfuerzo más que vano, más que ufano;
donde no aguarda el comienzo y donde el final no cesa.
Iré de monte en monte, cantando, silbando,
con tal de abrazar estas manos que tanto piensan y que poco escriben.
Es necesario que "yo", Pepe, hombre, amigo, regrese a lo fundamental,
rescatar un poco de olvido, aquello que dicen es la eternidad.
Ir contándome historias que tengan tanto de fantasía como de orgías,
para enganchar mi ombligo a esta vida rara,
que no para por querer desfigurar mi cara y mis ganas.
Por eso no me rindo y exijo libertad,
sublevar de mí apenas un hálito de nobleza,
aunque sé bien, y nadie me lo diga,
que ha estas horas, en este cuarto se guarda un trozo de tristeza.
No pienso redimir las lejanas horas,
sólo quiero recordarlas, guardarlas en dos o tres metáforas
que no digan nada y que se queden calladas en calma,
que aguarden como dice que aguardan las calles empedradas,
por eso tendré que regresar a la rutina de mi cuarto.
viernes, 22 de enero de 2010
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